No sólo las mujeres maduras visitan al cirujano plástico

Publicado en Diario La Nación / Sábado 7 de agosto de 2004.
Por Constanza Longarte

En los consultorios se ven con más frecuencia a jóvenes que acaban de abandonar la adolescencia o incluso algunas que todavía la transitan; la posición de los especialistas consultados por LA NACION LINE

El primer paso por el bisturí dejó de ser exclusividad de la mujer madura. A pesar de que no existen estadísticas que permitan hablar de una tendencia, en la sala de espera de consultorios de especialistas en cirugía plástica suele verse a jóvenes que recién abandonaron la adolescencia, o incluso algunas que todavía la transitan, queriendo modificar su nariz o agrandar sus pechos.

Jorge Buquet, presidente de la Sociedad Argentina de Cirugía Plástica, señaló a LA NACION LINE que aunque la edad promedio de visita al cirujano ronda los 30 o 40 años, es cierto que hoy consultan chicas más jóvenes que las que lo hacían diez años atrás.

Empiezan entre los 17 y los 18 años, en el caso del implante mamario, y antes, para modificar su nariz, según comentó Oscar Alberto Zimman, jefe de Cirugía Plástica del hospital de Clínicas.

La explicación tiene varias aristas, todas culturales. Según Alberto Antequera, vicepresidente de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, los medios de comunicación son trasmisores de una estética que influye en los jóvenes. «A esto se suma el gran déficit de las escuelas y el papel de los padres, que muchas veces prefieren, antes de escuchar a sus hijos, no aplicar sanciones morales a una situación como esta, y acceden a cosas que ellos como hijos no hubieran podido alcanzar», opinó.

Por su parte, Zimman coincidió con el psicólogo y sostuvo que en estos tiempos «la imagen se ha transformado en algo más trascendente que lo educativo o lo formativo».

Pero, ¿hasta que punto es aconsejable una intervención de este tipo antes de los 18 años?

«Lo único que yo recomendaría operar antes de esa edad es la nariz. No es conveniente todo el resto. Me parece que para hacerse una cirugía estética no solamente hay que tener el deseo sino poder aceptar las consecuencias de ella», apuntó el responsable del sector en el hospital de Clínicas.

Buquet coincidió con su colega y aclaró: «Los cirujanos bien formados, antes que cirujanos plásticos somos médicos. Entonces evaluamos con criterio científico cual es el requerimiento del paciente. Si médicamente es aceptable, no habrá impedimentos para hacerlo. Depende de la edad, del desarrollo, del requerimiento. Sino estaríamos siendo decoradores y estaríamos buscando soluciones mercantilistas sin pensar que cualquier acto médico es una cierta agresión al organismo. Hay que evaluar el costo beneficio».

La percepción distorsionada del propio cuerpo

Desde el punto de vista psicológico, la cirugía puede traer consecuencias para los jóvenes, como angustia, depresión y neurosis de distinto tipo, según comentó Antequera. El especialista también consideró que, salvo que exista un defecto considerable, «evidentemente existe una patología previa para que una adolescente quiera operarse. Algo en la educación, en la crianza, toda una serie de factores que hacen que una chica pida eso en vez de un viaje, por ejemplo».

En otros casos, existe lo que técnicamente se denomina alteración dismórfica, una afección psíquica que se caracteriza por la percepción distorsionada del propio cuerpo. Algo que para los demás es insignificante, se vuelve repulsivo para quien se coloca frente al espejo.

El bisturí nada puede hacer cuando en realidad lo que se necesita es afrontar las experiencias dolorosas que confunden la apreciación de uno mismo.

«Uno tiene que saber decir no cuando es un paciente que pide algo que no se ajusta a lo real o cuando su problema no pasa por su esquema corporal sino que necesita solucionar otros núcleos de su psiquis», advirtió Buquet.

Finalmente, ambos cirujanos acordaron en que generalmente las jóvenes concurren a la primera consulta, acompañadas por sus padres. Esto no significa que ellos estén en total acuerdo con la decisión de sus hijos. En muchos oportunidades, hasta se evidencia una total resistencia, pero, en cualquier caso, se necesita la autorización de los progenitores, como en cualquier otra intervención.

¿Qué se recomienda entonces a los padres, que tienen en sus manos la última palabra? «Que lo hablen en familia. Que tengan en cuenta que la edad de crecimiento termina a los 25 años y que, a partir de esa momento, la mujer será libre para elegir sobre su propio cuerpo y arriesgarse a someterse a una intervención, o no. Les recomendaría recurrir a profesionales idóneos que los aconsejarán según la edad de la paciente, y les diría que se pregunten qué hubiera pasado si ellos se lo hubiesen propuesto a sus padres». finalizó Antequera.

Por Constanza Longarte
Especial para LA NACION LINE
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